Carlos Cué







REFLEXIONES DE UN PERIODISTA ATÓNITO



Aparcar en Madrid



       Extraña enormemente la baja percepción que algunos líderes políticos tienen sobre conceptos tan básicos como pueden ser: “Hacer un pacto” y “Hacer lo mismo” Y los acontecimientos que avalan esta aseveración, con independencia del partido que gobierne, lo podemos encontrar en la mayor parte de los 8.200 ayuntamientos que proliferan con exceso en la geografía española. Francia, por ejemplo, con 20 millones de habitantes más que nuestro país, tan solo tiene 3.200 municipios.

       Hechos:
       No se puede precisar con exactitud quién fue el primer edil al que se le ocurrió la brillante idea de convertir la ciudad que regía en un enorme parking público, con el objetivo de llenar las arcas de sus escuálidos y sangrados ayuntamientos. 
       Pero el caso es que , un día los ciudadanos de no se sabe qué lugar, se encontraron en la asombrosa tesitura de que ,para aparcar su coche en una calle de la ciudad donde habían nacido, tenían que abonar un precio cada vez más abusivo, como si en vez de utilizar algo que es de todos los ciudadanos, hubiesen depositado su coche en un garaje privado pero, eso sí, su coche seguía a la intemperie como había estado hasta ese momento.
       De nada vale que pagues un impuesto de circulación, eso solo te da derecho a moverte por la parte de la ciudad que el concejal de turno te permita (Impuesto que sube en la misma proporción que se te reducen las zonas por las que puedes deambular). Es como si ,el mencionado "impuestito", que sólo pagan aquellos que más trabas tienen para circular, les impusiera permanecer en constante movimiento, sin derecho a detenerte porque, si lo haces, te obligan a abonar una cantidad cada vez más elevada y disparatada.
       Debido a la enorme diversidad de partidos que gobiernan los diferentes consistorios españoles, no parece posible que pueda haber habido “un pacto” pero, el caso ,es que todos, independientemente de su ideario político, “han hecho lo mismo”, han convertido sus ciudades en un opulento negocio sin importar los perjuicios que producen a los verdaderos dueños de las calles.
       Y cuando la gente se queja, la respuesta es siempre la misma: Todo se hace por el bien común, para facilitar la circulación y para que la gente pueda aparcar en zonas muy transitadas, como si, el hecho de sangrar a la gente, fuera necesario para conseguir los fines que ellos alegan.
       A principios de los años setenta, en Madrid se regulaba la hora disponiendo de unos tiempos parecidos a los que ahora nos hacen pagar pero, a diferencia de lo que ahora padecemos, existía un disco azul que ponías en el parabrisas de tu coche donde se marcaba la hora de llegada y la hora límite de permanencia en el lugar y, lo cierto era que ,salvo que no cumplieras con lo estipulado, no pagabas ni un céntimo. El resultado era el mismo y los sufridos ciudadanos no pagaban nada por ocupar y moverse libremente por su ciudad.
       Está muy claro que, “sin pactar nada”, todos han hecho lo mismo
       Antes de las elecciones y en plenas campañas electorales, es muy frecuente oír a un buen número de políticos la misma frasecita: “Yo nunca haré un pacto con …



       Y la pregunta es:
       ¿Si todos hacen lo mismo, para qué van a hacer un pacto?
       Baste como ejemplo lo que ocurre en Madrid. A las desorbitadas subidas que cada año se producen en los precios de los aparcamientos madrileños, tanto en la zona azul como en la verde, hace apenas unos años el consistorio quiso rizar el rizo y, a la vez que amplió el tiempo confiscatorio (hasta las 21 horas), se sacó de la manga un sistema todavía más costoso, más incómodo y más injusto.
       Desde aquel momento las oportunistas tarifas, además de ser más complejas y más caras, perjudican enormemente a los coches más antiguos y a los que funcionan con gas-oil que, precisamente, son los que poseen aquellos que menos recursos tienen y a los que más ha azotado la crisis y que, por consiguiente, no pueden renovar sus coches con la frecuencia que ellos quisieran.
       Y mientras tanto, y según información aparecida en OKDIARIO el pasado 6 de abril, el Ayuntamiento de Madrid, que cuenta con 98 coches oficiales (que pagamos todos los madrileños con nuestros impuestos, entre ellos, los de aparcamiento),ha recibido 68 multas en los últimos meses (parte de ellas fueron anuladas). El motivo de estas sanciones son: “estacionar en zona exclusiva de personas con movilidad reducida“, “sobrepasar la velocidad máxima”, “aparcar en doble fila, sobre la acera o en lugares prohibidos” o “no respetar la señalización”. De de esta forma, entre 2017 y lo que llevamos de 2018, los conductores del consistorio madrileño, han sido apercibidos en 68 ocasiones. Así consta en el sistema de información y gestión de multas de tráfico de competencia municipal.