Ana Montojo




UN INSTANTE





Todo ocurrió en apenas un instante.
Nuestras bocas estaban
a mil revoluciones de deseo
y unos pocos centímetros.
Y a un abismo de vida.


Yo me pasé la lengua por los labios
y tú, por hacer algo,
te mesaste la barba levemente.


Luego nos separamos,
dijimos hasta pronto
y nos dimos un beso en la mejilla
así, como se besan los amigos.







Y PARA QUÉ




Y para qué escribir si ya está todo dicho,
si aquel atardecer que vimos juntos,
perdidos en la cama, fue mucho más hermoso
que el más embaucador de los poemas,


si me siento incapaz de describir
la humedad de tu lengua
y aquella risa floja que nos acometía
-sin saber ni por qué y era por nada,
simplemente porque éramos felices-
cuando después de amarnos
fumábamos a medias el penúltimo.


Ni cómo me gustaba que me vieras desnuda
y sentir tu deseo navegándome.
Entonces lo sabía. Sabía que mi cuerpo


era más elocuente que todas mis palabras.